En el nombre del PadreA comienzos de los años 40, el irlandés Bernabé Lanktree, un comandante del Ejército durante la Primera Guerra Mundial, solía repetir a sus hijos: “Hay que cortarle los mostacholes a Hitler.” Y Sheila, la niña que se había encaprichado en nacer en Rosario un 4 de noviembre, el de 1925, esperó a cumplir los 18 para llevar a cabo el mandato paterno.
“Fui al consulado inglés y dije: 'Ya estoy lista para ir'”, recuerda hoy esta mujer que aún conserva el estado civil original.
“Era la única voluntaria, fui la mimada del barco”, agrega Sheila. Al llegar a Londres, la entrenaron en el código Morse y le enseñaron a realizar el mantenimiento de las radios de los aviones. “Fui radio operadora de los Pathfinder, los que iban delante de los bombarderos -aclara ella. Había un piloto que siempre me llevaba a volar y una vez, mientras estaba controlando la radio, me cerraron la puerta para darme un susto.”
Entre 1943 y 1947, Sheila vivió en Norfolk, al norte de Londres, en una casilla de cinc, junto a otras doce chicas. “Hacía 20 minutos de bicicleta de ida y 20 de vuelta a la base. Nos divertíamos en el South American Club de Londres y, por las tardes, cuidaba chicos. Nunca tuve miedo. Tampoco me angustiaba. Eso es muy argentino”, dice como si ella no lo fuera.
La guerra terminó y Sheila supo que no se iba a sentir en ningún lado tan bien como dentro de un avión. “Me llamó mi hermano y me dijo: 'Volvé a la Argentina que te conseguí trabajo como secretaria de la directora del colegio donde fuiste'. 'Minga ', le dije”, cuenta. En 1948 se convirtió en auxiliar de a bordo y lo fue durante 33 años. “El amor por los aviones que nació de las entrañas de la guerra me duró toda la vida”, dice ella, que aún conserva el vicio de subirse al Tienda León con destino final Ezeiza. “Hay un comandante que me trae la revista Hola que salió el día anterior en España. Acá las consigo pero son mucho más caras y llegan una semana más tarde”, explica.
Sheila se convirtio en escuela dentro de ARSA. Como hubiera dicho Nini Marshall y su alter ego, Catalina «Catita» Pizzafrola Langanuzzo,
"y se nos fue redepente" hace un par de an~os, en un dia en que toda Aerolineas lloro.
Texto y foto gentileza de la AAA - Asociacion Argentina de Aeronavegantes